Este artículo habla de la gran sobreinformación a la
que estamos expuestos en nuestro día a día actualmente. En este sentido,
comparando la vida cotidiana actual con la de hace unos 20 años encontramos
diferencias notorias. Haciendo hincapié en los medios de comunicación, en el
pasado la información nos llegaba a través del telediario del día siguiente (o
por programas radiofónicos), ya que únicamente había una cadena de televisión
para ello. En cuanto al servicio de mensajería, las cartas eran escritas de
manera minuciosa y tardaban en llegar a su destinatario días (si no se
extraviaba).
Sin embargo, actualmente tenemos acceso a la
información de actualidad en el momento en el que se sepa la noticia y nos
comunicamos a distancia de manera casi instantánea, y todo ello a gracias a una
única innovación: Internet. Y contra todo pronóstico, esto no ha hecho
realmente una mejoría en la calidad o veracidad de la información, ya que
cualquiera puede publicarla (llegando a cantidades incuantificables).
Además, esta sobreinformación puede llegar a ser
perjudicial en nuestro propio día a día, ya que constantemente recibimos
información, ya sea a través de propaganda, publicidad, mensajería con otras
personas, correo electrónico, etc. Y puede llegar a resultar estresante si se
pretende estar al tanto de todas ellas, mermando nuestro rendimiento si estamos
realizando una actividad importante.
Para contrarrestar este “bombardeo informativo”
basta con aislarnos del medio que nos lo proporciona. Hábitos tan simples como
silenciar saber distinguir unas fuentes fiables en una búsqueda reducen mucho
los diferentes resultados que encontremos. Al fin y al cabo, la verdadera
información contrastada y fiable, sigue siendo más bien justa.
Tras reflexionar sobre el tema tratado en esta
primera lectura, estoy de acuerdo en que la sobreinformación puede llegar a
resultar agobiante y que desde luego afecta negativamente a nuestro
rendimiento. Sin embargo, discrepo con la idea de que estamos totalmente expuestos
a ella. Considero que este problema solo le afecta a las personas que se dejen.
El hecho de asociar el sonido o vibración que emite nuestro móvil al recibir
una nueva notificación provoca en el usuario una curiosidad casi irrefrenable.
Necesitamos saber qué nos estamos perdiendo y puede causar incluso
intranquilidad si no se revisa. Para ello basta con silenciar por completo
nuestro teléfono o prescindir de él al estar con un tema importante de nuestra
vida cotidiana.
Fanjul, S. (12/05/2011). Atentos a todo... y a nada.
El País. Disponible en: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/05/12/actualidad/1305151203_850215.html
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